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Un reencuentro con el vino chileno

Cabe decir que hace tiempo no pensaba en Chile cuando llegaba la hora de elegir un vino para acompañar mis platillos, no sé si sea porque a México no llegan las etiquetas que me pudieran gustar o porque mi esposa es argentina, pero simplemente no eran elegidos. 

En  junio del 2017 comencé a pensar en visitar alguno de los valles vinícolas de Chile, ya que pasaríamos las fiestas decembrinas en Argentina y sería una buena idea aprovechar el tiempo previo a las mismas. 

Valle de Colchagua

Internet fue de gran ayuda para decidirme por el Valle de Colchagua, el cual se encuentra en el Valle Central chileno y en donde algunas de las bodegas “medianas” (según palabras de ellos) se encuentran establecidas.

Después de varios meses de preparativos llego el día, salimos por la mañana desde Santiago de Chile hacia el Sur por una de las muchas autopistas impecables qué hay en este país, después de dos horas de recorrido llegamos a nuestra primera parada el restaurante de “Casa Silva” una pequeña estancia dentro de las hectáreas de la viña. Acompañamos nuestros platillos con cada uno de los vinos que ofrecía la carta de Bodega Casa Silva, pasando primero por unas croquetas de cangrejo en salsa cremosa que maridamos con el Chardonnay con barrica para después continuar con la parrillada chilena que le fue más que excelente al Cabernet Sauvignon y Malbec línea Reserva. Este lugar cuenta con su propia bodega y un hotel el cual puede ser ideal si su idea es descansar y no salir a recorrer distintas viñas.

Luego recorrimos sólo unos cuantos metros para llegar a la primera cata en “Viña Koyle” misma que es vecina de Casa Silva. Tuvimos el gusto de ser atendidos por un joven argentino ávido de explicación, tanto así que en vez de durar una hora nuestra visita como estaba planeado, estuvimos casi tres horas charlando del maravilloso mundo de las vides. “Viña Koyle” tiene un gran portafolio de vinos que ofrecer, desde espumosos, blancos, rosados y sus tintos, todos producidos de forma biodinámica y orgánica. Pero si hay uno que se llevó nuestra admiración es “AUMA” el vino Icono de la Viña que nos sorprendió, mismo que al llevarlo a nariz de no haber sabido en qué lugar estábamos hubiese jurado que era de Burdeos y efectivamente es una mezcla bordolesa muy bien elaborada que al pasar a boca definitivamente nos transportó al viejo mundo. De no ser porque me jalaron las orejas para irnos del viñedo, podría ser que siguiéramos ahí.

Continuamos nuestro camino y a unos 30 minutos de Koyle se encontraba nuestro hotel donde estaríamos las próximas cuatro noches “Noi Blend Colchagua”, bastante agradable y fuera de la ciudad de Santa Cruz, poblado más cercano de los viñedos. 

El día siguiente si me lo hubieran platicado no lo hubiera creído. Al medio día visitamos “Viña Montes”, esa gran empresa productora de miles de cajas del sagrado elixir, pero que no se atreve a decir que es de las grandes de Chile, realizamos un recorrido por sus instalaciones donde pudimos ver su sala de barricas, un lugar perfectamente alineado y con detalles poco comunes. Entre estos, que tienen un sistema de música de cantos gregorianos, así es, las barricas que se encuentran en reposo las 24 horas del día están escuchando a los monjes cantarles y bueno, todo tiene una explicación, según nos comentó la guía de la cata, las voces emitidas en dichos cantos provocan ondas sonoras que permiten un delicado bâtonnage logrando así que ese vino llegue adquirir un cuerpo envidiable. Les recomiendo hagan la degustación “Iconos” que son los que difícilmente llegan a nuestro país.

Dentro de las instalaciones de “Viña Montes” se encuentra el nuevo restaurante del Chef argentino Francis Mallmann, “Fuegos de Apalta”,  un lugar increíble no solo por el servicio y la deliciosa comida, sino por la gran vista que se desde cualquier ángulo. Un lugar obligado a visitar en este maravilloso Valle. La sorpresa más grata, haber conocido al Chef, quien amablemente me permitió tomarme una fotografía con él.

Con el estómago lleno, el corazón contento y la foto con este gran personaje de la gastronomía, salimos rumbo a nuestro próximo destino “Lapostolle”, una increíble bodega construida aprovechando la gravedad. Empotrada en una ladera de las montañas que rodean el valle, sus seis pisos de altura nos llevan al cielo a pesar de ir bajando para conocer sus entrañas. Aquí degústanos otra maravilla un “Clos de Apalta 2013” un vino redondo, que no permitió en ningún momento pensar en nada más que beber otro poco de la copa. De igual forma la cata fue con los vinos Icono de la bodega, que también producen de forma orgánica y con el mayor respeto posible a la vid.

El tercer día de nuestro recorrido inició con una visita a “Viña las Niñas” otro viñedo que también se preocupa por su producción de forma orgánica y en la que se pueden ver algunos animales paseando entre las vides. Estuvimos a punto de no ser recibidos porque la persona encargada de los tours había renunciado escasos días atrás, pero para nuestra suerte eso ocasionó que Soledad González la Gerente de la Viña nos atendiera  muy amablemente y nos acompañara en la cata seleccionada. Degustamos 5 vinos, todos muy agradables al paladar, pero los que me dejaron huella en mi memoria sensorial fueron su “Chardonnay sin filtro” y “El Guapo”. El primero de ellos un “accidente” de producción que lo trajo a la vida, con una acidez muy peculiar y la presencia de la fruta clásica de esta cepa, muy fresco y perfecto para el calor del día. El segundo, el vino Icono de la bodega, un ensamblaje de Cabernet Sauvignon-Carmenere-Merlot qué pasa hasta 12 meses en barrica nueva de roble francés, donde se podrá encontrar un vino muy al estilo viejo mundo, será por casualidad o por sus dueños de origen europeo.

Para la comida nos esperaba una reservación en el Restaurante de la viña “Viu Manent” que lleva el nombre de Rayuela y quien fue reconocido como Mejor Cocina en Regiones. Ahí disfrutamos nuestros platillos bajo la sombra de uno de sus gigantescos árboles que adornan el jardín. Decidimos probar unos ostiones de su propio criadero acompañado de un Sauvignon Blanc de la bodega, que le fue de maravilla, de segundo plato elegimos una tapa de bife y la recomendada aguja que fue de la mano con un Carmenere Reserva y Cabernet Sauvignon Reserva de Viu Manent.Para las cuatro de la tarde nos esperaba “Viña Neyen” una de las más antiguas Del Valle y que conserva algunas vides de 1890, mismas que siguen dando fruto, escaso pero de gran calidad. Pudimos disfrutar de una cata vertical de tres añadas 2011, 2012 y 2013 de su vino Icono, logrando así captar de cada botella la expresión de la uva a través del tiempo, que a pesar de tener el mismo proceso y las mismas manos en su elaboración crean placeres distintos en el paladar. No dejen de vivir esta experiencia poco común en un viñedo.

Así fue como nos despedimos Del Valle de Colchagua, enamorados y felices de reencontrarnos con el vino chileno, emprendimos nuestro viaje de regreso hacia Santiago…aunque nos esperaba una sorpresa más en “Viña VIK”….pero esa ya será otra historia que contar de este viaje por el país trasandino.

 

Escrito por un alumno de la carrera Sommelier Profesional a finales del año 2017 y principios del 2018.